Cuando el esfuerzo ya no alcanza

Llevo un tiempo intentando encontrar un momento para poder escribir, pero la verdad es que, desde hace un mes, mis días se han vuelto un poco caóticos. Y ya van casi tres semanas que han sido un verdadero caos, sinceramente.

Ser esposa de un camionero no es nada sencillo, pero tampoco es una tarea imposible. No voy a mentir: a veces es complicado.

Él es camionero desde hace ya nueve años, y su meta es ser dueño de su propio camión, algo que por ahora parece muy difícil de lograr.

En el camino se han atravesado otras metas, otros impedimentos, otras situaciones...

Hace dos semanas renunció a una empresa en la que llevaba apenas tres meses trabajando. Antes de eso, había estado un año y medio en otra empresa. ¿Los motivos? En una renunció por cuestiones de salud, y en esta última, por razones económicas... y nuevamente, de salud. Trabajaba en negro, tenía que poner plata de su bolsillo para cosas que no le correspondían, pasaba demasiados días fuera de casa...

Lo que lo llevó a tomar esa decisión fue la reacción del "jefe" ante ciertas situaciones. Lamentablemente, en este rubro no los ven como personas. Los tratan como máquinas. No les importa si se enferman, si tienen un accidente, si están más de 40 horas sin dormir... "Tomá, mascá coca y seguí", "¿te enfermaste? fijate si te dan algo para seguir", "no hay tiempo", "esto que se rompió, lo pagás vos"... y así, una lista interminable.

Todo eso lleva a tener que tomar decisiones drásticas. Como en este caso: tres meses, y tuvo que irse. Porque el dinero no vale tu salud mental ni física. Uno es solo un número. Que pase el que sigue.

Estuvo una semana en casa "descansando" —lo pongo entre comillas porque no se quedó quieto. Hizo llamadas, fue a entrevistas, estuvo con los chicos... Tenerlo en casa sumó, ayudó, pero también generó más estrés. También trajo caos. Porque los niños, acostumbrados a no tenerlo todos los días, lo sintieron raro.

Ya en la segunda semana comenzó en otro transporte. Uno en el que, sinceramente, yo no quería que volviera a trabajar, porque ya había estado ahí antes. ¿Y se preguntan por qué volvió? Porque, lamentablemente, no puede quedarse quieto mucho tiempo. Porque el dinero se va rápido. Porque no podemos darnos el lujo de tomarnos más días para pensar y esperar a que caiga del cielo el trabajo ideal. Así que volvió a ese trabajo, a ese lugar al que yo le digo la otra.

Volvimos al caos. A ese ritmo en el que un día entra a las 7 a. m., llega a casa a las 19, y quizás a las 3 de la mañana ya tiene que salir otra vez... y no sabés cuándo vuelve.

Así que acá estamos de nuevo, intentando acomodarnos a este "nuevo" trabajo. Uno en el que, al menos, va a tener obra social, y donde va a ser asistido si surge algún imprevisto.

Solo espero que esta vez tengamos un respiro. Porque, ¿de qué sirve tanto esfuerzo si tu salud se está derrumbando?



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