Round 3
Virus, encierro y un Día del Padre improvisado
El virus se instaló en casa como si fuera uno más de la familia. Y no vino solo: trajo fiebre, ampollas, mocos, llanto, aburrimiento… y una mamá cocinando como si no hubiera un mañana.
El fin de semana llegó mi esposo, después de varios días en ruta. Venía con ganas de descansar, disfrutar del Día del Padre, y yo… sin poder regalarle nada. No por falta de ganas, sino porque estuve los últimos días sobreviviendo con dos niños enfermos, y aunque vivo arriba de mis suegros, no tuve a nadie que pudiera cuidarlos ni un ratito. Así que el festejo fue casero, con lo que había en la cocina y mucho amor, aunque también bastante agotamiento.
Como si fuera poco, el auto seguía necesitando una revisión urgente (sí, ese que casi explota días atrás), y el clima tampoco ayudó: lluvia, encierro y humor en caída libre. Cociné, limpié, cuidé, cociné de nuevo, y agoté las ideas para entretener. La nena lloraba por las ampollas, el nene se aburría, y yo... ya no sabía en qué día vivía.
Y ahora, martes, arranca una nueva semana. Sola otra vez, con el esposo en ruta y un acto escolar al que voy a intentar llevar a mi hijo, aunque aún no puede calzarse por las heridas. ¿Lo lograré? No lo sé. ¿Estoy cansada? Sí. ¿Bajoneada? También. ¿Pero sigo acá? Más que nunca.
Veremos qué más nos depara esta semana de encierro con este bendito virus como invitado no deseado.
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