Mayo, junio… y el intento de no derrumbarse
Sobrevivimos al virus. Pero no salimos ilesos. Todavía arrastramos secuelas — físicas, emocionales, invisibles. Desde mayo hasta ahora pasaron demasiadas cosas. Y, sinceramente, todavía no termino de procesarlas todas. Mi esposo cambió de trabajo. Y ahora, va a cambiar otra vez. Porque cuando el cansancio es mucho y la paga es poca… no hay cuerpo ni alma que aguanten. Y yo intento acompañarlo desde acá. A veces con la voz, otras con el silencio. Pero siempre fingiendo estar un poco mejor de lo que en realidad estoy. Porque no quiero sumarle más peso mientras maneja. Porque cuando vuelve, tampoco quiero que cargue con mi tristeza. Aunque esté ahí. Tuvimos reunión con las maestras de mi hijo. Me hablaron de retraso madurativo, de dislexia. Yo lo miro, lo escucho, lo conozco. Y siento que hay algo que todavía no están viendo del todo. Estoy tratando de no caer en la angustia y enfocarme en acompañarlo, como lo necesita, como se merece. La nena parece tener piel sensible, así ...